Estoy caliente...

Ahora es cuando vosotros pensáis mal, yo digo algo con doble sentido, y todos nos reímos mucho.

Pues no. Habéis acertado.

Estoy caliente. Cachondo, salido, berraco, horny...

Debe ser porque llevo cinco dias acatarrado, y hoy es el primer día que me he levantado en condiciones. Y claro, después del aislamiento olfativo en el que he estado inmerso desde el primer día de catarro, ahora que vuelvo a oler están golpeándome las feromonas de todos los tíos solteros en diez kilómetros a la redonda.

Por lo menos es jueves, así que no voy a salir, porque hoy correría el peligro, si salgo, de tirarme al primer tío que me cruce que respire y tenga pulso.

Es curioso cómo afectan las enfermedades al sexo. A mí, generalmente, me anulan completamente la líbido. Como ha pasado estos cinco días. Pero hay un caso específico en el que no sólo no me anula el deseo, sino que lo incrementa hasta el infinito: la fiebre.

Cuando mi temperatura corporal pasa de treinta y ocho grados centígrados, algo se enciende en mi cerebro que grita constantemente: "Follar follar follar". Es algo, claro, que sólo se puede aprovechar cuando tienes pareja. Porque estando enfermo queda feo salir por ahí buscando guerra. Y vamos, yo si me encuentro a un tío a treinta y ocho grados y medio en una discoteca, lo primero que pienso es que va puesto de éxtasis hasta las cejas. Así que nada, cuando tengo fiebre, normalmente la supero en casita, solo, con grandes dosis de porno e ibuprofeno.

Ahora que lo pienso... Igual tengo fiebre. Iré a ponerme el termómetro.

Y para terminar, una de egolog. Busquen las 7 diferencias.